0:00 AM
Me tomo la última cerveza de la noche.
0:05 AM
Converso con el inodoro.
0:015 AM
Me voy a dormir.
7:30 AM
Me despierto. Siempre me levanto temprano incluso si es domingo o feriado incluso si he tomado la noche anterior. Odio levantarme temprano cuando no tengo que hacer. Estoy en el departamento. Supuestamente hoy iba a trabajar para recuperar los días que falté, pero Arturo, mi jefe, no quiere que vaya, creo que creyó conveniente que pase el día del padre con el padre que no tengo o creo, que es lo más seguro, que debe estar revolcándose con alguien en la oficina. Encuentro afiches de la presentación del libro de cuentos de Bryce Echenique (nunca los pegué) con dibujos hechos a plumón por todo el suelo. Me pregunto si acaso los hice anoche. No lo recuerdo. Me saco el vestido negro que llevo puesto y me pongo algo decente para salir a comprar mi desayuno. No llevo mucho dinero conmigo, apenas unos soles que encontré en el suelo. Compro leche, pan, mantequilla y un bubbaloo que recibo a cambio de mi vuelto porque la señora no tiene sencillo. No hay nadie en el departamento. Desayuno tranquilo mientras veo un programa que trata de mensajeros que en bicicleta pueden hacer hasta 45 entregas al día en Boston. No me gusta el programa pero no lo cambio porque no tengo el control remoto y me da pereza cambiarlo manualmente. Lavo el vaso que usé para tomar leche y el plato donde puse los panes. Dejo todo en su sitio incluso la montaña de vajilla sucia que algún inquilino cochino y perezoso del departamento espera que otro lave para evitarse la fatiga. Regreso a mi cuarto y me da pena verlo en tal inhabitable situación. Pienso: Si el cuarto pudiera pensar pensaría que le tocó de huésped el peor de todos y me tendría pena. Duermo.
1:30 PM
Busco un lugar donde almorzar pero los restaurantes comunes y corrientes para estudiantes han cerrado. Seguro sus dueños han engordado sus billeteras durante toda la semana y hoy, día del padre, se han ido a comer a un restaurante que si valga la pena, donde no sirvan puré con moscas. Para mi suerte (o quizá no) El Abuelo está abierto. Su plato más barato es Ají de Gallina. No hay mucha gente almorzando en el local, apenas unas cinco personas solitarias que comen, resignados a su soledad, el plato de cinco soles. Llega al restaurante una pareja de jóvenes, al rato llega otro sujeto y se sienta con ellos y ordenan el plato de doble precio al mío. Los envidio. Los odio. Los maldigo en silencio y les deseo que su pollo venga con cucarachita. Me voy.
2:00 PM
Intento dormir pero no lo consigo. Me siento, me echo, me vuelvo a sentar, me vuelvo a echar, levanto las piernas, me echo de costado, me tapo con la frazada, me destapo, me vuelvo a tapar. No quiero estar en la cama, pero no tengo idea donde estar. De pronto se me ocurre el mejor de los placeres cuando uno está solo en la cama: leer. Mientras leo “El canalla sentimental” me doy cuenta que me parezco mucho a Jaime Baylys. Siempre termino pareciéndome a los personajes de las novelas que leo. De pronto recuerdo a Elizabeth porque la hermana de Martín, el novio de Jaime Baylys, se llama Candy y aunque Elizabeth no se llame Candy, se parece mucho a ella, no a la hermana de Martín sino a la del dibujo animado. Dejo de leer y empiezo a buscar mi celular. Lo encuentro debajo de la laptop. No tengo llamadas perdidas ni mensajes recibidos. Espero que Elizabeth me llame aunque sé que no lo hará.
8:00 PM
Estoy viendo Los Simpson. Hace buen tiempo que no veía televisión, no porque no quiera, sino porque ya no tengo tiempo para otras actividades que no sean ir a la universidad (prefiero decir ir a la universidad a decir estudiar), trabajar y sobrevivir. La familia amarilla no me da risa a pesar que siempre lo ha hecho. Suelto una carcajada fingida para engañarme a mi mismo.
10:20 PM
He ordenado una hamburguesa royal con chicha. A mi costado hay un sujeto borracho que no pasa la altura de mi hombro. Otro sujeto, que viene con él, sobrio, pide una chicha para su amigo. El chato borracho comienza a hablar en inglés pero su repertorio no pasa de decir: I don’t know, OK, I don’t know, OK, I don’t know, OK, I don’t know, I love you chato, refiriéndose al cocinero. Pienso: que conchudo. Luego parece que ya supiera algo porque empieza a decir: I know. I know, I know. Lo miro y sonrío de lo patético que pueden llegar algunas personas cuando toman o mejor dicho cuando no saben tomar. El chato agringado le habla en español al sujeto que viene con él. Le dice que lo quiere, que desea lo mejor para él, para Rubén, para Arturo, que por eso está haciendo todo eso, para que ellos sean felices y si ellos son felices, el chato borracho también será feliz. Luego le dice que lo ama y comienza a moquear. Pienso: pobre y triste huevón. Que un hombre llore delante de otro, cual fuere el motivo, es humillante. Me voy.
Camino. Trato de recordar a mi padre. Sólo recuerdo momentos en general, nada en particular, nada preciso, nada que valga la pena recordar. Regreso al departamento.
00:00 AM
Me tomo la primera cerveza de la noche.
Me tomo la última cerveza de la noche.
0:05 AM
Converso con el inodoro.
0:015 AM
Me voy a dormir.
7:30 AM
Me despierto. Siempre me levanto temprano incluso si es domingo o feriado incluso si he tomado la noche anterior. Odio levantarme temprano cuando no tengo que hacer. Estoy en el departamento. Supuestamente hoy iba a trabajar para recuperar los días que falté, pero Arturo, mi jefe, no quiere que vaya, creo que creyó conveniente que pase el día del padre con el padre que no tengo o creo, que es lo más seguro, que debe estar revolcándose con alguien en la oficina. Encuentro afiches de la presentación del libro de cuentos de Bryce Echenique (nunca los pegué) con dibujos hechos a plumón por todo el suelo. Me pregunto si acaso los hice anoche. No lo recuerdo. Me saco el vestido negro que llevo puesto y me pongo algo decente para salir a comprar mi desayuno. No llevo mucho dinero conmigo, apenas unos soles que encontré en el suelo. Compro leche, pan, mantequilla y un bubbaloo que recibo a cambio de mi vuelto porque la señora no tiene sencillo. No hay nadie en el departamento. Desayuno tranquilo mientras veo un programa que trata de mensajeros que en bicicleta pueden hacer hasta 45 entregas al día en Boston. No me gusta el programa pero no lo cambio porque no tengo el control remoto y me da pereza cambiarlo manualmente. Lavo el vaso que usé para tomar leche y el plato donde puse los panes. Dejo todo en su sitio incluso la montaña de vajilla sucia que algún inquilino cochino y perezoso del departamento espera que otro lave para evitarse la fatiga. Regreso a mi cuarto y me da pena verlo en tal inhabitable situación. Pienso: Si el cuarto pudiera pensar pensaría que le tocó de huésped el peor de todos y me tendría pena. Duermo.
1:30 PM
Busco un lugar donde almorzar pero los restaurantes comunes y corrientes para estudiantes han cerrado. Seguro sus dueños han engordado sus billeteras durante toda la semana y hoy, día del padre, se han ido a comer a un restaurante que si valga la pena, donde no sirvan puré con moscas. Para mi suerte (o quizá no) El Abuelo está abierto. Su plato más barato es Ají de Gallina. No hay mucha gente almorzando en el local, apenas unas cinco personas solitarias que comen, resignados a su soledad, el plato de cinco soles. Llega al restaurante una pareja de jóvenes, al rato llega otro sujeto y se sienta con ellos y ordenan el plato de doble precio al mío. Los envidio. Los odio. Los maldigo en silencio y les deseo que su pollo venga con cucarachita. Me voy.
2:00 PM
Intento dormir pero no lo consigo. Me siento, me echo, me vuelvo a sentar, me vuelvo a echar, levanto las piernas, me echo de costado, me tapo con la frazada, me destapo, me vuelvo a tapar. No quiero estar en la cama, pero no tengo idea donde estar. De pronto se me ocurre el mejor de los placeres cuando uno está solo en la cama: leer. Mientras leo “El canalla sentimental” me doy cuenta que me parezco mucho a Jaime Baylys. Siempre termino pareciéndome a los personajes de las novelas que leo. De pronto recuerdo a Elizabeth porque la hermana de Martín, el novio de Jaime Baylys, se llama Candy y aunque Elizabeth no se llame Candy, se parece mucho a ella, no a la hermana de Martín sino a la del dibujo animado. Dejo de leer y empiezo a buscar mi celular. Lo encuentro debajo de la laptop. No tengo llamadas perdidas ni mensajes recibidos. Espero que Elizabeth me llame aunque sé que no lo hará.
8:00 PM
Estoy viendo Los Simpson. Hace buen tiempo que no veía televisión, no porque no quiera, sino porque ya no tengo tiempo para otras actividades que no sean ir a la universidad (prefiero decir ir a la universidad a decir estudiar), trabajar y sobrevivir. La familia amarilla no me da risa a pesar que siempre lo ha hecho. Suelto una carcajada fingida para engañarme a mi mismo.
10:20 PM
He ordenado una hamburguesa royal con chicha. A mi costado hay un sujeto borracho que no pasa la altura de mi hombro. Otro sujeto, que viene con él, sobrio, pide una chicha para su amigo. El chato borracho comienza a hablar en inglés pero su repertorio no pasa de decir: I don’t know, OK, I don’t know, OK, I don’t know, OK, I don’t know, I love you chato, refiriéndose al cocinero. Pienso: que conchudo. Luego parece que ya supiera algo porque empieza a decir: I know. I know, I know. Lo miro y sonrío de lo patético que pueden llegar algunas personas cuando toman o mejor dicho cuando no saben tomar. El chato agringado le habla en español al sujeto que viene con él. Le dice que lo quiere, que desea lo mejor para él, para Rubén, para Arturo, que por eso está haciendo todo eso, para que ellos sean felices y si ellos son felices, el chato borracho también será feliz. Luego le dice que lo ama y comienza a moquear. Pienso: pobre y triste huevón. Que un hombre llore delante de otro, cual fuere el motivo, es humillante. Me voy.
Camino. Trato de recordar a mi padre. Sólo recuerdo momentos en general, nada en particular, nada preciso, nada que valga la pena recordar. Regreso al departamento.
00:00 AM
Me tomo la primera cerveza de la noche.