Elizabeth me llama a decirme que no puede salir en la noche como habíamos quedado hace unos días porque tiene que cubrir un desfile de modas. Elizabeth está trabajando como conductora de espectáculos en un programa televisivo local y yo odio su trabajo porque le quita horas que me gustaría pasar con ella. Pero me llama no a cancelarme del todo, sino que me sugiere que nos veamos en la tarde y vayamos a la playa llevando a la Lucky, su pequeña gatita. Ha estado con esa loca idea hace ya bastante tiempo y aprovechando el sol, su tarde libre del lunes y creo que para no sentirse culpable de chotearme me sugiere ir a Huanchaco y yo acepto aunque tenga que preparar una coartada en mi trabajo.
Camino al paradero la Lucky no para de maullar. Dentro de un bolso se aferra a Elizabeth y esconde su cabeza entre sus cabellos como si fuera un avestruz. Y pienso que la pobre o bien se muere ahogada o bien se muere del trauma, pero no le digo eso a Elizabeth porque se molestaría.
En el micro los pasajeros no se resisten a ver a la gatita y quizás a pensar que estamos chiflados o al menos que Elizabeth está chiflada ya que ella lleva a la gatita consigo. Conversamos. Me agrada. Elizabeth me propone algunos planes para vacaciones y siento pena porque que esa misma noche viajo a los Estados Unidos y ella no lo sabe.
Bajamos antes de entrar a Huanchaco ante las inevitables miradas de los pasajeros y caminamos hacia la orilla deshabitada, nos sentamos y Elizabeth deja libre a la Lucky para que se acostumbre a la arena, juegue y corra, pero no se mueve, no reacciona, ni siquiera intenta caminar ni esconderse, no se inmuta ante nada y yo pienso que ya se murió en vida, que se nos quedó vegetal, pero otra vez vuelvo a callármelo.
Al rato la Lucky se arrastra (no camina, se arrastra como gusano) para esconderse entre las piernas de Elizabeth. Perdemos toda esperanza. Elizabeth me sugiere traerla más seguido para que se acostumbre. Siento pena de nuevo.
Sentados en silencio frente al mar contemplando el brillo del sol en las olas pienso en mil formas de cómo contarle sobre mi viaje, pero no encuentro la adecuada y solo atino a decir que es mi última tarde en Trujillo. Empieza con el interrogatorio y de a pocos se va enterando de mi viaje y a pesar de ello me dice algo que me emociona y me gusta, «yo quería pasar las vacaciones contigo». Y yo quiero decirle que yo también quiero pasar las vacaciones con ella y que me gusta su compañía a pesar que sea una loca que me haga hacer cosas extrañas como traer una gata a la playa, yo quiero decirle que siento no habérselo contado antes, pero si no lo hice fue porque pensé que nunca llegaría este día, yo quiero decirle que la voy a extrañar y más de lo que ella cree, yo quiero decirle que cuando estoy con ella me siento bien, en paz conmigo mismo y feliz porque puedo reír sin caretas y de alguna manera el destino o los azares o las casualidades de la vida han jugado a nuestro favor y nos han permitido pasar esta última tarde juntos y me siento tranquilo, libre y quiero decirle que la quiero… y mucho, pero soy un cobarde y nos quedamos sentados en silencio frente al mar.
1 comentario:
Aiii lloroo! Q emotivo debió ser ese día! Y pobre Lucky! jajaja Esa parte si me dio risa. Pero en serio, pobre Lucky... Estoy segura q ya debe tener un trauma; espero q ya no la siga llevando a la playa.
En cuanto a la despedida con Elizabeth...creo q al fin y al cabo fue mejor q se lo hayas dicho al final, así se evitaban recordar q te ibas cada vez q se veían y ponerse nostálgicos cada vez, también. Es mejor así =)
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